Asensi Julià

La trayectoria de la Revolución Francesa agudizó la conciencia de la historia. Patentizó la complejidad de ideas que hasta entonces parecían simples: los ideales de libertad personal y libertad política. Demostró la debilidad de la razón y la fuerza de la pasión, la insuficiencia de las teorías y la enorme influencia de las circunstancias sobre el desarrollo de los acontecimientos.

En este clima vivió Francisco de Goya y Lucientes ( 1746-1828), pintor genial, calificativo que por definición corresponde a aquellas personas dotadas de una fuerza intelectual o de una facultad capaz de crear o inventar cosas nuevas y admirables, habilidades con las que contó el pintor de Fuendetodos. El talento del artista menguó a consecuencia de una sordera en aumento a partir de 1792, que lo dirigió a rodearse de un grupo de discípulos, ayudantes y colaboradores. Dentro de este grupo, del que, ciertamente, se sabe poco, están los que ayudaron a Goya de una forma directa y los que, atraídos por su fama creciente, fueron seguidores de su estilo.

Entre los primeros está el pintor valenciano Asensi Julià (1748 - 1832), calificado por Carderera como «casi único discípulo de Goya». Las características formales de sus obras tienen, sin duda, puntos de contacto con la figura de Goya, a pesar de que no hay que considerar a Julià un puro imitador consagrado al servicio del genio aragonés.

Asensi Julià se encuentra inmerso en un periodo en el que es difícil y arriesgado dibujar los límites del clasicismo con el romanticismo y de definir si se trata de un pintor de género o un pintor académico. Figura controvertida, compleja y enigmática, hacía tiempo que requería un estudio que centrara su trayectoria artística en el tránsito del siglo XVIII al XIX. Con su obra se inicia, según J. A. Gaya Nuño, la pintura del siglo XIX en España.