El precio del bienestar

En un periodo relativamente breve de tiempo se ha pasado de la preocupación genérica por los problemas del medio ambiente al análisis de las interrelaciones globales entre las dimensiones de la actividad económica humana y el equilibrio ecológico del planeta. La toma de conciencia del uso dilapidador de recursos finitos por parte de la sociedad industrial actual se ha ampliado a la consideración de los efectos de gran alcance de un volumen creciente de residuos y emisiones tóxicas. La conciencia ecológica, así, ya no es privativa de ámbitos restringidos de especialistas o de grupos particularmente sensibilizados. Actualmente constituye una de las primeras prioridades para la opinión pública, los organismos internacionales y los gobiernos. Sin embargo, esta conciencia creciente no se traduce todavía en una acción correctora eficaz. Además, por lo general, se está lejos de tener en cuenta todas las implicaciones de los problemas y alternativas en juego. Paralelamente, suenan todas las alarmas de los riegos medioambientales y cada vez resulta más evidente que se impone un cambio en los mecanismos de fondo de la economía, un nuevo tipo de relación de la sociedad humana con la naturaleza. El consumo de recursos naturales y el volumen de emisiones contaminantes -que provoca cambios en la estructura atmosférica y evoca el horizonte de una alteración climática- están superando, si es que no rebasando ya, los límites de lo tolerable.