Mapistes

A lo largo del siglo XVIII la cartografía española quedó en manos de cinco colectivos que poseían una calificación técnica muy distinta: mapistas de gabinete, ingenieros militares, marinos, maestros de obra y arquitectos, y expertos en agricultura y agrimensores. Estos últimos, de los que trata este libro en el ámbito valenciano, estaban especializados en una cartografía a gran escala, muy a tocar del terreno y vinculada a una demanda de carácter privado. Sus conocimientos eran totalmente empíricos, lo que no impidió que fuesen los profesionales que mayor número de planos realizaron en este periodo. Ligados al mundo municipal y judicial, de ellos dependían una buena parte de los intereses económicos que se dilucidaban en pleitos sobre límites de propiedad o jurisdicción, o sobre la posesión de bienes tan preciados como el agua.

Los mapas y planos de agrimensura e hidrometría se multiplicaron a partir de 1770. Los agrimensores no estaban especialmente capacitados para hacerlos, pero varias necesidades (la medición de propiedades, el amojonamiento de términos, la nivelación de terrenos y la conducción de aguas, sobre todo) hicieron que se les encargara el levantamiento de centenares de ellos. Esta cartografía preludiaba la topográfica, de la cual la separaba la incapacidad de representar el relieve, no tener en cuenta la curvatura de la superficie terrestre y su propia discontinuidad. Pero también anticipaba la desaparición de la «descriptiva» o «geográfica», realizada por eruditos de gabinete. Preludio y anticipación a la vez, se convirtió en reflejo directo de la separación definitiva entre la geografía y las matemáticas.